miércoles, 20 de abril de 2011

VIA CRUCIS, 19 DE ABRIL DE 2011. FRANCISCO JOSE CAYOLA CORTES



VÍA CRUCIS

PARA LA PROCESIÓN DEL
MARTES SANTO, 19 DE ABRIL DE 2011

COFRADÍA PENITENCIAL DEL 

CRISTO DE LA NOCHE OSCURA

FRANCISCO JOSÉ CAYOLA CORTÉS

- ÚBEDA -


                                           INTRODUCCIÓN
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16

Hermanos, de nuevo, convocados por nuestra querida Cofradía, nos encontramos, como todos los Martes Santos, dispuestos a rememorar la Pasión de Jesús;  a punto de comenzar nuestro Vía Crucis Penitencial. Hoy nos acoge la Parroquia de Santa Teresa. Desde aquí iremos recorriendo las calles del barrio de San Pedro hasta nuestra sede, porque la esencia de nuestra Cofradía es llevar a Cristo por todos los rincones de nuestra Ciudad.
Hoy como ayer y como lo será mañana, es imprescindible la presencia del Cristo de la Noche Oscura por nuestras calles para que “cuando sea levantado atraiga todas las cosas hacia Él.” “Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nuestras casas sean casas para Él y con Él. Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Que su bendición descienda sobre todos nosotros” (Benedicto XVI, Homilía de Corpus Christi. 26/05/05). Así, nuestra cofradía, lo muestra y lo manifiesta abiertamente, para que el hombre de la calle, se encuentre con Cristo que también la recorre y ocurra como cuando Jesús andaba por los caminos, que aquel que se cruzaba con Él, si lo deseaba fervientemente, quedaba curado y renovado por la fuerza de su amor. 
            Si tenemos alguna duda de cómo realizar el camino, Jesús nos da la solución: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24)
Porque la vida de los hombres está llena de cruces. Cruces de todos los tamaños y no siempre podemos con la que nos toca llevar. Sobre todo, la cruz de nuestros pecados. Nadie dijo que ser cristiano era tarea fácil, sin embargo lo que nos diferencia del resto es que nosotros tenemos ya la referencia de Jesús que antes ha recorrido el camino llevando precisamente una cruz ajena, nuestra cruz. Al final, que no se nos olvide que el Vía Crucis de una forma o de otra, por más que neguemos su existencia, lo recorreremos en nuestra vida, de forma inevitable.
Pero antes de cargar con nuestra cruz, debemos negarnos a nosotros mismos y seguir muy de cerca a nuestro Cristo de la Noche Oscura y cuando lo veamos colgado en el madero y traspasado, démonos cuenta que todo lo que ha padecido ha sido por nosotros, por ti y por mí. Vivamos su holocausto, empapémonos de su Pasión, dejando a un lado nuestro dolor y fijémonos solo en el de Cristo. Él ha sido obediente al Padre hasta apurar la última gota de su cáliz, descubramos entonces el amor de Dios que es capaz de entregar a su propio Hijo para nuestra redención. 
No desperdiciemos la oportunidad de escuchar la palabra de Dios, reviviendo los sucesos acaecidos y con la meditación, interiorizarla en nuestro corazón. Junto a nuestro Cristo de la Noche Oscura, hagamos una reflexión humilde y sencilla de cómo va nuestra vida. Será una buena ocasión para reconocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas y ofrecérselas al Señor.
Os propongo que a medida que vayamos avanzando en las distintas estaciones, y vayamos descubriendo los distintos personajes que intervienen en este gran acto que es la Pasión de Señor, pensemos con cual o cuales de ellos nos identificamos más y humildemente reflexionemos. A lo mejor nos vemos reflejados con los que hacen padecer. A lo mejor, con los que sufren el agravio. Porque aquí vamos a encontrar a los amigos que desaparecen cuando se les necesita, a los que traicionan, a los niegan, también a los que condenan injustamente, sin olvidar a los que disfrutan con el dolor ajeno. Menos mal que también, aunque son los menos, nos podremos identificar con los que ayudan a los demás, con los que se compadecen con el que sufre, con los que solicitan el perdón, y sobre todo, con los que están firmes ante las dificultades y nada ni nadie, les perturba. Seguro que estáis pensando ahora en María, su Madre y la nuestra. ¡Ojalá! pudiéramos decir que tenemos la fe de María y por lo tanto nos parecemos a Ella.
Encomendemos nuestro itinerario en este Vía Crucis a la Santísima Virgen, modelo de muchas virtudes y sumerjámonos como Ella en la muerte de su Hijo y por su fe, comencemos a vislumbrar su resurrección, nuestra esperanza.
Mientras tanto, no vayamos deprisa, esperemos que todo se cumpla para subir al pie de la Cruz, para apretarnos a su Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de nuestro amor…desclavarlo con nuestros desagravios y mortificaciones… envolverlo con el lienzo nuevo de nuestra vida limpia, y enterrarlo en nuestro pecho de roca viva, de donde nadie lo podrá arrancar. ¡y ahí, el Señor descansará! (Cfr. San J. Mª Escrivá de Balaguer, Víacrucis)
Unámonos a su Pasión y a su muerte para poder participar de su resurrección.   
Os deseo buena andadura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses  (Flp 2 5-11)
“Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y   una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
Amén

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor mío Jesucristo!,
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío;
por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia,
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. 
Amén.


PRIMERA ESTACIÓN:
JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.
“Sabiendo Jesús que había llegado su hora…, habiendo amado a los suyos…, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1)                       

DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS (22, 39-44):


            “Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en la tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre.”

MEDITACIÓN
Jesús, sabe que ha llegado su hora, aquella en la que el Hijo del hombre va a ser entregado y su humanidad le juega una mala pasada: experimenta una honda tristeza en su alma y está angustiado. Busca consuelo con los suyos, pero se los encuentra dormidos, incapaces de rezar con Él “para no caer en la tentación” (Mt 26:41). Arrancado de ellos como a un tiro de piedra, hasta tres veces va y viene, y reza intensamente postrando el rostro en tierra (Mt 26,39) esperando que su Padre le escuche.
En estos momentos de debilidad y confusión, llega la tentación con su argumento de perdición: la inutilidad de su Pasión. ¿Qué necesidad tienes de aceptar este cáliz de amargura y de convertirte en víctima expiatoria de los pecados de otros? ¿Para qué sirve tu Pasión si después de tu muerte seguirán pecando? Míralos, son incapaces de orar contigo. Uno, el que te ha vendido, pronto te va a entregar; otro, te va a negar y todos se van a dispersar en la oscuridad. ¡Rechaza a Dios y a su plan de redención! Mientras tanto, la tierra ávida, por primera vez y no será la última, empapa las gotas de sangre del Redentor.
En plena lucha, de los labios del “hombre hecho pecado” (2Co 5,21) sale la súplica insistente: “¡Abbá, Padre!” (Mc 14,36). Es entonces cuando Dios le escucha, le reconforta y le fortalece. 
Hay momentos en nuestra vida en los que nos sentimos desfallecer cuando las sombras nos rodean. Nos sentimos muy vulnerables. Momentos de profundo dolor en los que nos revelamos a aceptar la voluntad de Dios. Entonces, con el agua al cuello, nos acordamos de rezar, la mayoría de las ocasiones queriendo imponer a Dios nuestra voluntad para que nos libre de la cruz, en lugar de ser capaces de llevarla con Él. Jesús, en su oración en el huerto acepta su cruz, sin condiciones, perseverando en la oración. De ahí, su fortaleza para aceptarla. 
Además de pedir, tenemos tanto que agradecer. “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115,12). Que nuestra gratitud vaya en nuestra oración, y  refugiémonos allí ante nuestros Getsemani, nuestras noches oscuras. De los labios de Jesús aprendimos a ponernos en comunicación con el Padre y en acto de ofrecimiento digámosle como Él nos enseñó “líbranos del mal” pero “hágase tu voluntad así la tierra como en el Cielo” que es lo mismo que decir “Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).     

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que comienzas siempre tu plegaria invocando al Padre, ayúdanos a no prescindir de la oración diaria para estar vigilantes ante el enemigo. Que no descuidemos el trato con Dios. Y a enseñanza tuya, como en aquella ocasión antes de resucitar a Lázaro, tener la gratitud y la confianza para decir:“Padre, te doy las gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas.” (Jn 11, 41-42). Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.   
 
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí
 
PADRE NUESTRO


SEGUNDA ESTACIÓN:
JESÚS ES TRAICIONADO POR JUDAS Y ARRESTADO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes” (Is 53.6)

DEL EVANGELIO DE SAN MATEO (26,47-50):


“Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña: «Al que yo bese, ese es: prendedlo». Después se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó. Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿a qué vienes?» Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron”.

MEDITACIÓN
De poco le aprovechó a Judas el haber compartido la mesa con el Señor. Tampoco sus múltiples llamadas para apartarle del abismo. Podemos preguntarnos por qué precisamente uno de los doce, uno de los elegidos, para traicionarlo. ¿Acaso se le endureció tanto su corazón que fue incapaz de impregnarse de su íntima amistad con Jesús? ¿Tanto poder tiene el mal si le abrimos la puerta?  Sea como sea, ahora una señal de amistad se convierte en signo de engaño y de traición: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (Lc 22,48).
Judas hizo oídos sordos a aquellas palabras de su Maestro: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro” (Mt 6,24). La disyuntiva de Judas: ¿Servir a Dios o al dinero? Y parece ser que siempre lo tuvo claro.  En la unción en Betania, poniendo como excusa a los pobres, o ajustando el  precio de la traición “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” (Mt 26,15). Por treinta monedas de plata se entrega a  Dios.
Sin embargo, podríamos eximir a Judas de su culpa considerando que simplemente interpretó un papel que alguien habría escrito para él; que no tuvo posibilidad de salirse de un argumento ya escrito y así podríamos afirmarlo de todos los que intervienen en este gran acto que es la Pasión del Señor. 
No lo hagamos. Caigamos rápidamente en la cuenta que “Dios creó al hombre a su imagen” (Gen 1,27) dándole el don preciado de la libertad. Esa capacidad que poseemos para escoger voluntariamente entre varias cosas, en particular, entre el bien y el mal, entre hacer caso a Dios o a la serpiente. Si Judas le traicionó lo hizo usando su libertad porque Dios “a nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar” (Eclo15, 20). 
En la contemplación de la traición de Judas, pensemos en el uso que hacemos de nuestra libertad, de nuestro libre albedrío. Ese don que Dios nos concedió porque nos ama. Para el esclavo, la libertad es su anhelo más sagrado. Pensemos entonces en las cosas que nos someten al yugo de la esclavitud y hagamos caso a San Pablo que nos pide que nos mantengamos firmes (Ga 5,1). Si no lo hacemos, sería inútil la liberación  que  Cristo nos ofrece.
Porque está escrito: Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. El te he puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera”  (Si 15,15-17),  respetando su libertad.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que fuiste vendido y entregado por un amigo que escogió el camino equivocado, separándose de ti, te pedimos que ante las disyuntivas en nuestra vida, seamos capaces de escoger siempre lo que amas en la cruz y a despreciar lo desprecias en la Cruz. Ayúdanos a no volver a ser esclavos del pecado y si porque somos débiles caemos, venga a continuación, nuestro arrepentimiento y nuestra conversión.  Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. 
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO
  

TERCERA ESTACIÓN:
 JESÚS ES CONDENADO POR EL SANEDRÍN.

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. (Sal 69.21)

DEL EVANGELIO DE SAN MATEO (26, 59. 63-66):


“Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús respondió «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo». Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte»”. 

MEDITACIÓN
Andaban buscando la ocasión para prenderlo. La noticia de la resurrección de Lázaro corrió como la pólvora. “¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos” (Jn 11,47). No le perdonaron el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo, pues en ello tenían sus intereses. Menos aún sus palabras “mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”. (Mt 21,13) 
Lo tenían decidido de antemano: “Conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera” (Jn 11,49). Desde ese momento, Jesús está condenado. 
Ahora, ante el sanedrín, no busquemos, porque no vamos a encontrar, ni abogados defensores, ni ecuanimidad en los jueces, ni testigos imparciales. Se trata tan solo de salvar las apariencias de un juicio justo.   
Tocaba buscar argumentos de peso para condenarle: ¿Quebrantar muchas veces el sábado en público? no parecía tener consistencia pues además curaba. ¿Su intención de destruir el templo y en tres días erigirlo de nuevo?, una fanfarronada. ¿Cómo buscar la prueba definitiva que le lleve al cadalso? Quizás a lo mejor indagando sobre su mesianismo:“¿tú eres el Mesías, el Hijo de Dios? Jesús responde: Tú lo has dicho” (Mt 26,64) y en esta respuesta, su condena: “Ha blasfemado. Es reo de muerte” (Mt  26,66). 
Lo que ocurrió a continuación fue profetizado por Isaías siglos antes: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro de ultrajes y salivazos”. (Is 50,6)
“Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.” (Mt 5,11-12)
No son noticias habituales, pero es una realidad diaria con la que tienen que vivir muchos cristianos en el mundo. Las cifras son estremecedoras: 200 millones de cristianos sufren persecución  a causa de su fe: atentados personales, iglesias destruidas, atropello en sus derechos más elementales. “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros” (Jn 15,18)
Ante estas noticias, no seamos insensibles y pongamos en valor el testimonio de todos ellos ante la intolerancia y la discriminación. Pensemos en lo privilegiados que somos por poder manifestar nuestra fe y en cuántas ocasiones no lo hacemos. En lo que nos cuesta cumplir con nuestras obligaciones de cristianos. En la obligación que tenemos de ser la sal de la tierra, la luz del mundo ante los hombres.
Cuando nos llegan llamadas de socorro, el denominador común: no piden más auxilio que la oración. Nos piden que recemos por ellos. En la contemplación de esta estación del Vía Crucis, nuestro aliento vaya en nuestra oración diaria para que Dios les sostenga en su fe por el nombre de Jesús y en esos momentos difíciles, consuele sus corazones y les fortalezca. 

ORACIÓN
ORACIÓN: Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que te sometes al juicio de los hombres siendo Dios, enséñanos, como novedad del Reino que predicas, a no juzgar para no ser juzgados, a amar a los que consideramos nuestros enemigos. Ayúdanos a superar el resentimiento y a ser capaces de rezar por ellos, para que nos vayamos pareciendo más a ti. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. 
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO


CUARTA ESTACIÓN:
 JESÚS ES NEGADO POR PEDRO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” (Mt 16,18)

DEL EVANGELIO DE SAN MARCOS  (14, 66-72):

“Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice: «También tu estabas con el Nazareno, con Jesús». Él lo negó diciendo: «Ni sé ni entiendo lo que dices». Salió fuera del zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes: «Éste es uno de ellos». Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro: «Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo». Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: «No conozco a ese hombre del que habláis».
Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar”. 
 
MEDITACIÓN
Qué diferente aquel Pedro, seguro de sí mismo, respondiendo a la pregunta de Jesús: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16,15),  al que contemplamos ahora. ¿Dónde está aquél que fue capaz de andar sobre las aguas, acompañado de Jesús? ¿Dónde el que afirmó: “Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré”? (Mt 26,33) 
Han pasado escasas horas de esas palabras y Pedro está negando al Señor, no una, sino tres veces. No le sirvió que el Señor le avisara con antelación y ahora se tiene que tragar amargas lágrimas por su apostasía. ¿Mentía acaso cuando le ofrecía amor incondicional incluso a dar la vida por Él? 
No amigos, Pedro, lo dejó todo para seguirle y decía verdad cuando hablaba. Su cercanía, al contrario que a Judas, le reconfortaba. Se sentía bien al lado del Señor. Sin embargo, su autosuficiencia le hizo olvidarse de la gracia de Dios, creyéndose que  podría con todo. 
Cuando tiene frío, busca el calor del fuego físico en lugar del calor espiritual del corazón de Jesús; se ha alejado del Señor. Incluso maldice cuando le reconocen, pero no rehuye la mirada del Maestro cuando se encuentra con la suya. Recuerda sus palabras y llora amargamente. Judas, también se arrepiente, pero pierde la esperanza, no se refugia en el Señor y se retira para ahorcarse. Pero no sigamos juzgando a Judas. No somos mejor que él. 
¿Cuántas veces en nuestra vida, ante la oportunidad de testimoniar nuestra fe decimos ¡no conozco a ese Jesús de quién habláis!? ¿Cuántas veces por nuestra soberbia cerramos los ojos a nuestros hermanos y nos olvidamos del que sufre? Entonces un día diremos ¿Señor cuándo te hemos negado? Él nos dirá “Os aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. 
Si ante la adversidad, por ser vulnerables, vemos que nuestra vida se desmorona por no estar en roca firme, no nos dejemos abatir y confiemos plenamente en el Señor. Si caemos, nunca desesperemos del perdón. Vayamos muy próximos a Él, lloremos por nuestros pecados y humildemente pidamos su misericordia. Todos sabemos dónde encontrarle y Él nos espera impaciente en cada momento de nuestra vida. 
Frente a la negación, hagamos nuestra la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16) y ofrezcamos nuestra fidelidad incondicional a su obra: la Iglesia y a su sucesor, al Papa Benedicto cuando precisamente hoy se cumple el VI aniversario de su elección como Santo Padre porque sobre esa piedra edifica su Iglesia, y el poder del infierno no le derrotará.  (Mateo 16, 13-19)

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, Tú que nos preguntas a cada uno de nosotros ¿Quién dices que soy yo? y esperas nuestra respuesta, ayúdanos por la fe a  testimoniarte con las palabras de Pedro. Que en ningún momento de nuestra vida, por muy dura que sea la prueba, te neguemos y nos alejemos de ti. Que seamos capaces de transmitir a otros la alegría por tu cercanía y amistad y hablemos de tu invitación a tu mesa a la que todos estamos convocados. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos, Amén.

V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO

  
QUINTA ESTACIÓN:
 JESÚS ES JUZGADO POR PILATO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.” (Is 53.7)

DEL EVANGELIO DE SAN MATEO  (27, 11-14 19-25):


“Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús respondió: «Tú lo dices». Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: « ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?». Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él». Pilato les preguntó: «¿Y que hago con Jesús llamado el Mesías?». Contestaron todos  «Sea crucificado». Pilato insistió: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».  Al ver Pilato que todo era inútil, y que al contrario se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!». Todo el pueblo contestó: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»”.

MEDITACIÓN
Jesús se enfrenta al juicio definitivo de los hombres. De lo que aquí ocurra va a depender que se salve o sea declarado reo de muerte. Los argumentos condenatorios los sabemos. La trama está montada y los figurantes saben el papel que tienen que interpretar. La humanidad entera está expectante de la sentencia, pues en ello nos va la redención. ¡Qué contrasentido, Dios mío!
Bajo la jurisdicción de Roma, Pilato es su juez. Hasta ahora, han sido más sus silencios que sus respuestas. ¿Para qué hablar si no buscan la verdad? Responde afirmativamente cuando le han preguntado si Él es el Mesías, el Hijo de Dios. Ahora la pregunta es: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” y responde: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. (Jn 18,37). Pilato le pregunta “¿Y qué es la verdad?” (Jn 18,38) 
Pilato se da la vuelta, porque no le interesaba la verdad de Jesús, y declara su verdad: este hombre es inocente y ofrece a cambio a Barrabas. Pero los que gritan no son los amigos de Jesús. ¿Dónde están todos aquellos que le recibieron con palmas y olivos en su entrada en Jerusalén, gritando “¡Hosanna! Bendito el que viene e nombre del Señor” (Mc 11,9)? Ahora, tan solo gritan las piedras su gloria (Lc 19,40).
Entonces: “¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?”(Mc 15,12) La respuesta: “Crucifícalo”, “Crucifícalo”. “Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César” (Jn 19,12).
Entonces cuando vemos peligrar nuestra posición social, no dudamos en atropellar a nuestro hermano injustamente. Ahora Jesús si está condenado a muerte; a muerte en cruz.  Finalmente, un gesto, como si fuera tan fácil limpiarse la conciencia con agua. ¿Verdad que de eso sabemos mucho?
Amigos, ¿nos interesa lo que Jesús pueda decirnos sobre su verdad o nos damos la vuelta despreciándola? Si nos quedamos a escuchar ¿contrastamos las otras verdades con la verdad de Jesús?
Inmersos en nuestro mundo, nos creemos todo lo que nos dicen, y hacemos nuestra la verdad de otros sin acaso someterla al juicio de la moral. Incluso cuando se promulgan leyes que autorizan acciones moralmente ilícitas, adornadas con sus verdades, las consideramos morales pues están legalmente permitidas. ¿Dónde está nuestro sentido crítico?
Amigos, la buena noticia, es que verdad y amor son la misma cosa. Que si permanecemos en su palabra, seremos sus discípulos; conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (Jn 8,31). 
 Gracias Jesús, por tu condena a muerte y por tu veracidad.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que recorriste los caminos con la verdad por delante, comunicando a tus discípulos que precisamente tú eras ese camino, esa verdad, y la vida,  ahora que estás sentenciado por el juicio injusto de los hombres, ayúdanos a hacer nuestra tu verdad. Que hipocresía no se encuentre en nuestro diccionario y una vez interiorizada tu verdad, seamos capaces de transmitirla sin importarnos el qué dirán. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO


SEXTA ESTACIÓN:
JESÚS ES FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados”           (Is 53,5).

DEL EVANGELIO DE SAN MATEO  (27, 26-31):


“Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Entonces, los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!». Luego le escupían, le quitaban la caña y lo golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar”.

MEDITACIÓN
La flagelación es preámbulo de toda ejecución. Aquí se realiza un trabajo a conciencia. ¿Quién habló de piedad entre los hombres? ¿Treinta y nueve latigazos? eso dice la justicia, pero nadie los contó. La única consigna: llegar con vida al lugar del sacrificio y ser crucificado vivo según la ley y casi no lo consiguen. La realidad: le golpearon hasta que se cansaron y se iban turnando en su quehacer. 
A cada latigazo, su carne se va abriendo y su preciosa sangre se desperdicia cayendo sobre el enlosado. Jesús, ahora, sólo es dolor, pero calla. Es la hora en la que el justo expía la culpa de sus siervos. ¡Qué incomprensible castigo! ¡Qué sin razón! ¡Qué cara te está saliendo nuestra redención! 
Por si fuera poco, se convierte a continuación en un rey de burlas. Ávidos de más sangre, ponen la imaginación y la ocurrencia al servicio del dolor, trenzan una corona de espinas y se la ciñen en la cabeza. Digna corona viniendo de tales súbditos. ¿Hasta dónde puede llegar la impiedad del hombre? ¿Hasta dónde su capacidad para causar dolor al propio hombre? ¿Quién inventaría la tortura? ¿Quién inventó la cruz? 
Y le echan por encima un manto púrpura, sobre su llagado cuerpo desnudo,“y comienzan a hacerle el saludo ¡Salve Rey de los judíos!. Le golpean la cabeza con una caña, le escupen; y doblando las rodillas, se postran ante Él.” (Mc 15,18-19).

¡Qué contrasentido!, condenado a muerte como hombre y saludado como Dios. Castigado para a continuación ser proclamado rey. Burlas y golpes para luego considerarle vencedor: clámide, corona y cetro. Y Jesús, “no pudiendo hacer otra cosa que aceptar lo que se le debía” (San Atanasio). Sin desearlo, están  proclamando la realidad  de Jesús. 
El Santo Padre, nos dice que en el “Ecce Homo” se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos, también la inhumanidad del poder humano que aplasta de esta manera impotente. Sin embargo, no se le puede quitar su íntima dignidad pues en él sigue presente el Dios oculto. También el hombre maltratado y humillado continúa siendo imagen  de Dios. 
Amigos, cuando intentemos ver el rostro de Jesús, y no le reconozcamos, pues no tiene apariencia ni presencia; y no tiene aspecto que podamos estimar, démonos cuenta que todo lo ha hecho por amor hacia nosotros y comprendamos el profundo sentido de su sacrificio y apliquémoslo a nuestra vida.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que fuiste escarnecido, despreciado y desechado por los hombres por nuestros pecados, enséñanos cómo morir para nosotros y vivir para los demás. Haznos comprender que el camino del amor está enlosado de sacrificio. Ayúdanos en los momentos grandes y pequeños de nuestra vida. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO

  
SÉPTIMA ESTACIÓN:
JESÚS CARGA CON LA CRUZ

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto. (Himno del Viernes Santo)

DEL EVANGELIO DE SAN JUAN  (19, 16-17):


“Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota)”

MEDITACIÓN
Ha llegado el momento del reparto de la cruz. Para Jesús no hay excepción. Le han despojado de la clámide púrpura y le han colocado su propia ropa. Sobre sus hombros llagados cae el madero y sus piernas flaquean por su peso, sin embargo se abraza a él. Su respiración se acelera pues necesita tomar el aire que le falta. Sobre su cuello cuelga la tablilla que luego se clavará en la cruz con la inscripción “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos” (Jn 19,19). Así comienza Jesús los novecientos metros que le separan del Gólgota, el lugar del sacrificio. Desde que dio el primer paso con la cruz a cuestas, no ha cesado, ni cesará, de caminar (R. Cué).
         Jesús, habíamos puesto nuestra esperanza en que finalmente cogieras la cruz, como lo has hecho. No contemplábamos otra posibilidad, porque sabemos que desde el momento en que la cojas, ese símbolo de oprobio se convertirá en símbolo de redención, que tanto necesitamos. Sabes perfectamente que el madero que cargas ya ha sido utilizado antes en la ejecución de otros hombres. No es hora de buscar nuevas cruces. Literalmente, has cogido la cruz de otro y la haces tuya. Te solidarizas con nosotros los hombres y llevas nuestra cruz.
         En algún momento dijiste a quienes querían ser tus discípulos, algo que no admite medias tintas: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga” (Lc 9, 23). 
¿Cuántas veces a largo de nuestra vida hemos sentido que las situaciones nos superan? Pensamos que no hay cruz como la nuestra y nos preguntamos ¿por qué a mí? Entonces, nos sentimos muy desdichados y pensamos que no hay infortunio como el nuestro. Miremos entonces a nuestro alrededor y démonos cuenta que cada uno tiene su cruz y que muy probablemente, la nuestra es ligera comparada con la de otros hermanos. De cualquier forma, si aún así no podemos con ella, pues sobrepasa nuestras fuerzas, recordemos a Jesús llevando la suya, mejor dicho, la nuestra, y pidámosle que nos ayude a llevarla como entonces. Sentiremos que no somos nosotros, que es Él el que la lleva. Descubriremos entonces el amor de Dios.  
Ante nuestras cruces, por muy duros que sean nuestros pasos en nuestra vía dolorosa, veamos oportunidades para ser más fuertes, para crecer en la fe y en el amor. Quedémonos con estas tres frases: negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz de cada día, y seguirle. Si lo hacemos, podremos decir como el apóstol Pablo “Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2, 20)

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, que por tu sacrificio nos redimes y conviertes todas las cruces en la tuya propia, que veneramos, haz que no repudiemos las nuestras y ayúdanos a sobrellevar las contrariedades y dificultades todos los días de nuestra vida. Enséñanos a descubrir que la mejor forma de seguirte es desde el amor; que seamos capaces de negarnos a nosotros mismos, aceptando el proyecto de Dios y podamos así, ser discípulos tuyos, yendo en pos de ti. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí


PADRE NUESTRO


OCTAVA ESTACIÓN:
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO A  LLEVAR LA CRUZ

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Fui hallado por quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mí” (Ro 10,20)

DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS (23, 26):

          “Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús”.

MEDITACIÓN
En su camino hacia el Gólgota, Jesús da síntomas de extrema debilidad. El tormento de la flagelación ha sido tan cruento que le ha dejado al borde del colapso. La tradición cristiana nos dice que Jesús, agotado por el peso del madero, al menos llega a caer en tres ocasiones; algo previsible dado el estado en que se encuentra. Tanto es así, que temen incluso, que no pueda llegar vivo al Calvario. 
Un encuentro extraordinario le va a cambiará la vida a Simón de Cirene. Le ven y le  obligan a llevar el madero de Jesús. Llevar la cruz de un condenado era mancharse de impureza y podría quedar marcado de por vida, pero no le queda más remedio. Deja a un lado su repulsión y se afana en cumplir su tarea ¿Quién le iba a decir a Simón que iba a colaborar en la obra de su propia redención? Poco más sabemos de él, tan solo que sus hijos eran conocidos por los primeros cristianos. Pensemos entonces que su cercanía a Jesús le llevó del rechazo a la conversión.
A Simón, como a nosotros, se le presenta la cruz de improviso. Probablemente no conociera las palabras de Jesús El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mí” (Mt 10,38).  Con su actitud, se ha hecho digno de Él, pues aunque se haya visto obligado a hacerlo, hay que reconocerle que ha sido el primero en seguir a Cristo llevando su Cruz, nuestra cruz.
Con Jesús, un nuevo mandamiento se une al Decálogo de la Ley de Dios: “que os améis unos a otros como yo os he amado” (Juan 15:12) o lo que es lo mismo: tened caridad unos para con los otros, precisamente con las personas que Dios ha puesto a nuestro lado, con los más necesitados. Eso es lo que hacen muchos hermanos nuestros que han hecho de su amor al prójimo la existencia de su vida. Claro, estamos hablando de caridad con mayúsculas.
Con tan solo  mirar un poco a nuestro alrededor, nos daremos cuenta que muy cerca de nosotros hay hermanos que soportan cruces de soledad, de enfermedad, de pobreza, entre otras. Algunas veces todas ellas juntas. Otros, en cambio, soportan cruces más de nuestro tiempo como las adicciones, la inmigración, el paro, por no hablar del dolor que causa la violencia en la familia, el terrorismo, entre otras.
Amigos, ¿nos hemos planteado alguna vez si nuestra aspiración es ser bienaventurados? Si la respuesta es que sí, antes tenemos que ser misericordiosos, no podemos ser insensibles ante esos otros Cristos. Ellos necesitan Cireneos que les ayuden a llevar el peso de su cruz, y como obras son amores, podremos acompañar, visitar, consolar, ayudar, apoyar. No obstante, si somos incapaces de encontrarlos, nada como articular la ayuda a través de la Iglesia y sus organizaciones caritativas pues la caridad pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia (Benedicto XVII).
Sin embargo, como nos dice san Pablo: “Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; y si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría” (1 Cor 13,3)

ORACIÓN
ORACIÓN  Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que haces de la caridad un mandamiento nuevo; tú que vienes a servir y no a ser servido, permítenos el privilegio de acompañarte llevando nuestra cruz, que te agradecemos; haznos sensibles a los sufrimientos de los que nos rodean, nuestros hermanos, para que algún día podamos ser dignos de Ti. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO

  
NOVENA ESTACIÓN:
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Dejad que los niños se acerquen a mí” (Mc 10,14)

DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS (23, 27-31):


“Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas:”Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?»”. 

MEDITACIÓN
Tan solo un hombre que carga con su cruz y un grupo de mujeres, que salen a su paso, compadeciéndose, consuelan y ayudan a Jesús. No son plañideras que fingen sentimientos por unas monedas. Sus lágrimas son sinceras. A lo mejor allí estaba la hemorroisa, aquella mujer que le toco el manto y quedó curada, o aquella madre agradecida porque había despertado del sueño de la muerte a su hija de doce años, la hija de Jairo. ¿No creéis que son motivos más que suficientes para salir al paso de Jesús y sinceramente conmoverse por su situación? 
Las palabras de Jesús suenan a advertencia pero también a compasión y misericordia. “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos” (Lc 23,28) “porque, si esto hacen con el leño verde, ¿Qué no harán con el seco?”. (Lc 23,31) Estaba anunciando la destrucción de la ciudad, como así ocurrió. 
Hoy, muchas mujeres también salen al paso de Jesús llorando por razones muy distintas, casi siempre por razón de sus hijos. ¿Qué palabras diría Jesús ahora en nuestra época, ante el llanto de las mujeres? Pues muy probablemente diría: llorad por vosotras y por vuestros hijos: los nacidos y los no nacidos. 
            En nuestra sociedad se ha implantado la cultura de la muerte. Nos engañan con  razones éticas y humanamente disculpables para justificar lo injustificable: segar la vida a un niño no nacido. La banalización del aborto y su legitimación como derecho es “el gran mal de nuestra época” (Benigno Blanco). Cuando se antepone el derecho de la madre frente al derecho de su hijo a nacer, como si fuera un objeto de su propiedad, algo está fallando. Jesús dijo en una ocasión: “Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños. (Mt 8, 1-5. 10. 12-14)  
Se ofrecen muchas facilidades para abortar y pocas salidas para que una madre pueda tener a su hijo. Cuando lo llaman eufemísticamente “interrupción del embarazo” intentan ocultar su verdadera naturaleza y atenuar su gravedad, no hacen más que demostrar un síntoma del malestar de las conciencias. Por ello, miles, millones de mujeres lloran en el mundo por los miles, millones de niños que no han nacido. Sus gritos de dolor se escuchan en todos los confines en la tierra. 
El Santo Padre nos dice: “Ante una situación tan grave, cuando está en juego el derecho fundamental a la vida, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o la tentación de autoengaño”. “¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal!” (Is 5,20).  
Amigos, que sea la familia cristiana el primer lugar donde se inculquen valores como el respeto a la vida desde su concepción. Que la maternidad se vea como un don de Dios y nunca como una carga. Que la libertad de la madre esté al servicio de la acogida generosa de la nueva vida que lleva en su seno.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, ayúdanos a ver la imagen de Dios en esos niños que aún no han nacido y a las mujeres que reciben la noticia de su maternidad, dales la alegría por la vida que llevan dentro y se sientan madres desde el momento de la concepción. Mueve nuestros corazones hacia la ayuda ante sus dificultades, que siempre vean nuestra cercanía y apoyo. Confiamos a nuestra Madre, la Virgen Santísima, la vida de todos sus hijos, singularmente la de los más débiles y amenazados: los niños no nacidos. ¡Que Ella los cuide con su amor de Madre!  Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amen.
V/ Señor pequé                       
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO
  

DÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS ES CRUCIFICADO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su corteza! (Himno del Viernes Santo)

DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS (23, 33-38):


“Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suertes.
El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos»”.    

MEDITACIÓN
Al mediodía llegan al Calvario. Allí, ya están, buscando el mejor lugar, los que disfrutan con el dolor de otros. Hay que hacer sitio para la ejecución. Le dan a probar el vino con la hiel, pero no lo bebe a fin de no mitigar el dolor, pues debe apurar el cáliz hasta sus últimas gotas, y es que ante el pecado no hay componenda alguna.
A Jesús le quitan todo. Seguro que se acuerda en esos momentos de los abandonados, los desposeídos y los despojados de la vida. Mirándote Señor, empieza uno a adivinar el misterio redentor de tu desnudez, la verdad de tu maravillosa Encarnación. (R. Cue)
Ante el momento de la crucifixión, Jesús no ofrece resistencia (Isaías 53:7). Debió de ser tan cruel y dramática que los evangelistas prefieren callar. Tan solo dicen “lo crucificaron” (Jn 19,18). Solo imaginar como lo hicieron, viendo ahora su cuerpo colgado de los clavos, estremece y horroriza. Me reitero en lo ya dicho: ¡qué cara te está saliendo nuestra redención! Mientras tanto, se cumple la escritura “Repartieron mis vestidos entre sí y sobre mi túnica echaron suerte” (Salmo 22:18).
Y tú Señor perdonando: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34), como si la ignorancia, en este caso, fuera una eximente de la culpa. ¡Qué lección para nosotros tus palabras desde la cruz!, cuando nosotros solo abarcamos a decir “perdono pero no olvido” cuando en realidad no hacemos ni lo uno ni lo otro porque el odio nos llena el corazón. Pero Señor ¿perdonar hasta cuando? Tú no lo has dicho: “setenta veces siete” (Mt 18,21-22), es decir siempre y bien que te aplicas tu enseñanza.
Señor crucificado ¿Qué tienes, que algunos se escandalizan con tu presencia? Difícil de entender, si solo con verte, eres amor, bondad, sacrificio, fidelidad, entrega a los demás y sobre todo perdón. Si pudieran te quitarían de nuestras vidas. Sin embargo, a poco que pensemos nos daremos cuenta que lo que les inquieta es lo que trasciendes, por ello, a veces, tengo la sensación que nos quieren quitar a Dios. No nos preocupemos, la cruz siempre la llevaremos muy cerca de nuestro corazón y de ahí no podrán quitárnosla.
Amigos, pensemos en lo que significa para nosotros la contemplación de Cristo crucificado. Cuando vemos al Cristo de la Noche Oscura ¿nos olvidamos de la belleza de la imagen y vemos realmente al Hijo de Dios crucificado después de haber sufrido lo indecible, tanto que despierta compasión? ¿Somos conscientes que todo lo ha hecho por amor en obligada obediencia a Dios que se empeña en nuestra salvación? 
Pongamos a Cristo crucificado en lo alto de nuestra vida y no dejemos de mirarle. Solo así se cumplirá la escritura «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). Que Él sea nuestra referencia. 

ORACIÓN
ORACION: Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, que por obediencia al Padre, te vemos crucificado por el perdón de nuestros pecados, revelando la misericordia de Dios para reconquistar al hombre, ahora que te vemos levantado, atrayendo todas las cosas hacia ti, te pedimos que nos ayudes con nuestro ejemplo de cristianos a levantar tu Cruz en medio de nuestro mundo, para que los que no te conocen o se han alejado de ti, se sientan atraídos y descubran, más allá de tu dolor y tu tormento, la paz, el amor y la esperanza que tanto necesitamos. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.

V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO


UNDÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS PROMETE SU REINO AL BUEN LADRÓN

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS (23, 39-43):


“Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso»”.

MEDITACIÓN
Jesús, es “contado entre los pecadores” (Is 53:12). Uno de ellos le increpa haciéndose coro con los que están a su alrededor que le insultan y se burlan de Él. El otro, de momento, sufre callado y escucha. 
Ambos, le han visto salir del pretorio como un despojo humano, eso si, coronado como un rey. Luego, cargando cada uno con su cruz, han seguido sus pasos en su caminar tortuoso hasta el calvario. Han visto como se ha caído tres veces y otras tantas se ha vuelto a levantar, como cordero dócil que llevan al matadero.           
Quizá fue la proximidad a Jesús y su conducta aceptando el sacrificio. Seguro, sobre todo, el grito y la súplica de perdón para sus verdugos que brota de su corazón. Lo cierto es que el otro hombre, el que hasta ahora ha callado, increpa a su compañero reconociendo que el crucificado, que comparte la misma condena, es algo más que un hombre, que es rey, pero no de éste mundo y que es el Hijo de Dios. A continuación, mostrando confianza en el Señor, confiesa sus culpas, asumiendo el pago por lo que hicieron y solicita su perdón. La respuesta de Jesús: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43). Y es que es tanta la alegría del pastor al recuperar la oveja perdida  que inmediatamente le promete su Reino. 
Qué distintas las actitudes de los hombres ante la inminencia de la muerte. Unas veces nos invade el desconcierto, incluso la desesperación acompañada de resentimiento y de cólera. Otras, la serenidad y la aceptación, porque hemos implorado la misericordia del Señor y estamos confiados en su perdón. Entonces, entenderemos la muerte como una puerta que hay que pasar que se abre hacia la vida eterna, al Reino de Jesús.  
            Pero para obtener la salvación, hay que desearla con todas las fuerzas, porque “nadie será salvado contra su voluntad, pues somos libres” (San Jerónimo). De nuevo la elección entre vivir o morir para siempre. El buen ladrón elige vivir, mientras que el otro, empeñado en condenarse, muere desesperado, desaprovechando su última oportunidad. 
            Amigos: ¿Nos preocupamos en el día a día de nuestra salvación o es algo que dejamos para más adelante? ¿Pedimos la iluminación de Dios para reconocernos pecadores? ¿Nos sentimos esperanzados en poder disfrutar algún día del cielo que nos tiene prometido? 
Aprendemos mucho de una persona observándola morir. Miremos entonces a nuestro Cristo de la Noche Oscura, observemos su muerte en la Cruz y aprendamos mucho de Él. Enseguida nos percataremos que deja vislumbrar el rostro de Dios.  Tengamos confianza en su Divina misericordia.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, que en las palabras desde la Cruz, nos eximes de responsabilidad, suplicando al Padre nuestro perdón, pues según dices, no sabemos lo que hacemos, te pedimos tener en todo momento, la valentía del Buen Ladrón para proclamar quién eres, la humildad para confesar nuestras culpas y el deseo de acogernos al perdón de Dios. Y cuando lleguen los últimos momentos de nuestra vida, como hemos luchado por ganar la última batalla, tengamos la certeza de que te vas a acordar de nosotros y nos darás la salvación.  Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO


DUODÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS CRUCIFICADO, LA MADRE Y EL DISCIPULO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Este ha sido puesto para que muchos caigan y se levanten; y será signo de contradicción,    Y a ti,  una espada te traspasará el alma” (Lc 2,35)

DEL EVANGELIO DE SAN JUAN (19, 26-27):


“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.”

MEDITACIÓN
¿Quién puede pensar que María se ha quedado en casa a la espera de noticias sobre su Hijo? Ni Juan ni las otras mujeres han obviado lo que está pasando y le han dicho la verdad. Enseguida ha salido en su búsqueda; se han encontrado intercambiándose miradas, y le sigue como puede, en su caminar en su Vía Crucis. Sentimos su presencia entre nosotros. 
Desde el momento de la Encarnación, su vida ha sido una entrega total a su Hijo. Ha sentido la responsabilidad de madre, como cualquier madre, pero ser Madre del Hijo de Dios no le ha debido ser tarea fácil. “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. “¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). Ella todo esto lo iba madurando en su corazón. 
Con ocasión de una boda. Ella intercede por los novios y le dice “No tienen vino” la respuesta de Jesús: “Mujer, ¿que tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora” Ella dice: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 3-5) y consigue provocar el primer milagro de Jesús, manifestándose a todos. 
Ahora, María, acompañada de Juan  camina ligera. Sabe que tiene que llegar a tiempo. Escucha el martilleo sobre los clavos y su cuerpo vacila, se dobla al peso de la pena, pero sigue adelante. Ya ve cerca la silueta del madero y a su Hijo crucificado que la espera. Ahora a los pies de la Cruz, alza la mirada y siente el precio de su entrega y recuerda la profecía de Simeón, y entonces llora su callado tormento con un lamento que no puede vencer. Aquí y ahora no hay dolor como su dolor.  
Sostenida por Juan, sabe que ha llegado la hora de su Hijo y por lo tanto, éste es su sitio, y también su hora pues ahora si tiene que ver mucho con Él. Escucha sus palabras cuando la llama Mujer en lugar de Madre y acepta su nueva maternidad.  Por su total disponibilidad a Dios, desde aquel “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.” (Lc 1,38), el “si” gozoso de la anunciación se ve renovado con el “si” doloroso del Calvario. Pero ¿qué es lo que sostiene a María en estos momentos, siendo tanto su dolor?: su fe. María a los pies de la cruz es ejemplo de otras muchas virtudes, pero sobre todo de fe en Dios. 
¿Qué hubiera sido de nosotros si María no hubiera llegado a tiempo de escuchar el testamento de Jesús desde la Cruz? ¿Dónde estaría nuestro refugio, nuestro consuelo? ¿Dónde encontrar otra intercesión? 
Dispongámonos todos junto a María, a los pies de la Cruz, sosteniéndola como hijos suyos, pues acabamos de estrenar maternidad. Miremos entonces al crucificado, empapémonos de su Pasión y aprendamos de María, con el ejemplo de su fe, cómo sobrellevar el dolor, lección magistral para nuestra vida y hagamos nuestra su certeza: que el amor que aquí se consume, es vida para el mundo y es la causa de nuestra redención, porqué pecamos Señor, he aquí nuestra salvación. 

ORACIÓN
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, tú que acompañaste a tu Hijo y participaste de sus sufrimientos, haciéndolos tuyos, sabedores como somos, que nadie se ha sentido abandonado de ti, si ha solicitado tu protección, te pedimos que nos acompañes en nuestro caminar diario y ante los sufrimientos, danos tu fortaleza y consuelo además de tu intermediación por nuestra salvación. Santísimo Cristo de la Noche Oscura gracias por tu desprendimiento, por tu generosidad. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.

V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO
  

DECIMOTERCERA ESTACIÓN:
 JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24).

DEL EVANGELIO DE SAN MARCOS (15, 44-46):


“Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Eloí, lemá sabactaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías». Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».  
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.  
            El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
            El centurión, que estaba  enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

MEDITACIÓN
Tras horas de agonía en la Cruz, su cuerpo es un reguero de sangre y su pecho se estremece de asfixia. Cuando le llega la hora, le invade la soledad desgarradora del Calvario, y exclama con voz potente, algo que nos inquieta: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”(Mt 27,46). ¿Cómo le puede abandonar su Padre cuando más le necesita? A lo mejor, Señor, te rechaza ahora que te has hecho solo pecado. ¡Qué pena Jesús! que tus palabras finalizaran ahí. Con un poco más de vida te hubiéramos oído decir a continuación: “Los que teméis al Señor alabadlo…”(Sal 22,24) porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, lo escuchó” (Sal 22,25). Perdón Señor por haber pensado en tu desesperación más que en una oración íntima con tu Padre; ahora nos damos cuenta que estabas entonando un Salmo lleno de esperanza que resumía los llantos y amarguras del hombre. 
Mientras tanto, las burlas de unos y otros, no hacen más que aumentar el dolor y escarnio y suponen una tentación para Jesús:“¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la Cruz!” (Mt 15,29) No saben que ha comenzado la demolición y que en tres días de nuevo se reconstruirá en su propio cuerpo.
Momentos antes de morir, Jesús dice “Tengo sed” (Jn 19,28) y efectivamente necesita agua pues la fiebre le atormenta y el vinagre no le ha calmado, pero sobre todo, anhela aquel agua que ofreció a la Samaritana “la fuente de agua que brota para la vida eterna.” (Jn 4, 13)
A la hora marcada por el Padre, cuando ya nos había dado todo, hasta a su propia Madre, sólo le resta entregar su último aliento de vida: “Todo se ha cumplido” (Jn 19,30) “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,45). Acaba de apurar su cáliz y su cabeza cae definitivamente sobre su pecho. ¿A quién seguiremos, para no caminar en tinieblas? (Jn 7,12) ahora que ha muerto la luz del mundo.
Para entender lo que significa la Cruz, digamos junto al recordado Pablo Domínguez: “La Cruz no es una metáfora. La Cruz no es una alegoría. La Cruz de Cristo es tan real, tan real como nosotros mismos. Cristo ha muerto en la Cruz realmente, ha sufrido lo indecible realmente y lo que le ha llevado a Cruz han sido nuestros pecados reales, concretos. El amor que Cristo tiene en la Cruz es el amor concreto que nos tiene a nosotros, a cada uno de nosotros. Un amor hasta el extremo.”  Esencia del amor de Dios, destilado gota a gota. 
Ante la indiferencia de los presentes, un soldado romano al observar la muerte de Jesús, hace una auténtica confesión de fe: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15,39). Jesús acaba de dar su primer fruto.

ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, tú que has aceptado voluntariamente tu sacrificio de amor hasta el límite, en obediencia al Padre, no siéndote indiferente la suerte del hombre, ayúdanos a perseverar en el misterio de tu Cruz, que sea nuestra referencia y recordando tu muerte, aprendamos a morir a nosotros mismos. Que seamos testigos del amor de Dios y testigos de tu redención ante el mundo. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos, Amén

V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí

PADRE NUESTRO


DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN:
 JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO

V/ Adorémoste, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
'Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre'           (Jn 16, 28).

DEL EVANGELIO DE SAN MATEO (27, 57-61):

“Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro”.

MEDITACIÓN
Es la hora del sacrificio de los corderos pascuales a los que no se les quiebra ningún hueso y mueren degollados, dejando gotear su sangre. Uno de los soldados, al ver que había muerto, atraviesa su costado, su corazón. Quién lo vio, asegura que “al punto salió sangre y agua” (Jn 19,34). Sangre de Eucaristía con la que nos alimentamos, y agua de Bautismo con el que nos revestimos de Cristo, por la acción del Espíritu Santo. 
Jesús, siempre tu vida ha sido un desprendimiento de cosas. Por no tener, casi no tuviste ni un sitio donde nacer. Ahora, que te llega el momento de descansar, José de Arimatea te cede un sepulcro de su propiedad. Cuando te descuelgan, al menos ya tienes donde reposar tu cabeza: en los brazos de tu Madre. 
A pesar de que nos has dicho “estaré con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,21), viéndote en el sepulcro, sentimos que todo es un fracaso absoluto y que tu proyecto, pasará sin pena ni gloria. Jesús. Estamos desilusionados y tristes. ¿Dónde está el Reino prometido en tus bienaventuranzas? Los pobres, los explotados, los indefensos y humillados sienten que al cerrar tu sepulcro con la piedra, también sus sueños quedan enterrados. ¿Por qué nos has ilusionado con un Padre infinitamente misericordioso? ¿Para qué estamos realizando este Vía Crucis si viéndote en tu sepulcro sentimos que estamos recordando un estrepitoso fracaso?
En estos momentos, nos gustaría tener la fe de María, porque lo que está sucediendo solo se asume desde la fe y Ella, es lo único que ahora guarda en su corazón. En su caminar junto a nosotros la vemos triste pero ya no llora y hay en su rostro serenidad y paz. Ella le dio un “si” confiado a Dios y se llenó del Espíritu Santo y su compromiso voluntario fue para siempre. 
Miremos al que traspasaron (Jn 19,37), a nuestro Cristo de la Noche Oscura,  fijémonos en la llaga de su costado y observemos el manantial de vida que sale de su herida. Por la fe, tomaremos conciencia del amor de Dios por nosotros. Un amor que es una luz que ilumina la oscuridad del mundo y nos da fuerza para vivir y actuar.  Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza (Santo Padre Benedicto XVI)
Seamos pacientes y confiados; tengamos fe. Dejemos actuar al Espíritu Santo, demos tiempo a que reconstruya el templo destruido y finalmente nos encontraremos con el sepulcro vacío, pues Él nos ha dicho:“Yo soy la resurrección y la vida” ¿Creemos realmente esto? Si la respuesta es afirmativa, entonces, “nuestra esperanza estará llena de inmortalidad”      (Sab 3, 4)
            Mientras tanto, junto con María Magdalena y las otras mujeres,  
                               Llorando nos postramos 
                               ante tu sepulcro para decirte:
                               descansa, descansa dulcemente.
                               Descansad, miembros abatidos,
                               descansad, descansad dulcemente.
                               Vuestra tumba y su lápida 
                               serán cómodo lecho 
                               para las angustiadas conciencias
                               y lugar de reposo para las almas.
                              Felices, son tus ojos  
                               que se cierran al fin.              (Pasión según San Mateo)

                       ORACIÓN
Señor Jesús, Cristo de la Noche Oscura, que compartes con la humanidad el sepulcro porque has querido morir para que nosotros vivamos, llena nuestra vida de fe y de esperanza para que cuando por la acción del Espíritu seas de nuevo levantado y te encontremos, ya no necesitemos meter la mano en la llaga de tu costado para creer. Ya que hemos proclamado tu Pasión ante el mundo, seamos también testigos alegres de tu inminente resurrección, confiados que algún día veremos también tu luz. Tú que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.
V/ Señor pequé
R/ Tened piedad y misericordia de mí
PADRE NUESTRO


FINAL
 Amigos, nuestro Vía Crucis Penitencial está a punto de concluir. Si observamos a nuestro Cristo de la Noche Oscura recordamos a Jesús muerto en el Calvario. Ahora la Cruz está desnuda pues Él descansa en el sepulcro. Sin embargo, si miramos hacia donde lo crucificaron ya no veremos la silueta de la Cruz. Ya no está ahí. Esa misma Cruz que ha sido lugar del sacrificio de Jesús, está recorriendo el mundo, llevada por una juventud agradecida, que anuncia que, por ser objeto de nuestra redención, es camino de vida y de auténtica felicidad.

Y de nuevo será levantada y junto a ella un cuadro de la Virgen también le acompaña. María siempre al lado de su Hijo. La “Cruz peregrina” y el icono con la Virgen, serán protagonistas en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en agosto en Madrid, con la presencia del santo Padre y la llegada de 2 millones de jóvenes. Mientras tanto, salgamos a recibirlos por nuestras calles el 31 de mayo y adorémosla. También, con la alegría de nuestra Patrona junto a nosotros, el 1 de mayo, vivamos intensamente desde Roma el gozo de la beatificación de aquel que se encomendó a Ella, el querido y recordado Juan Pablo II, mentor de las jornadas mundiales de la juventud y digamos como él: todos tuyos Virgen María, enséñanos cómo permanecer firmes en la fe.


ORACIÓN AL CRISTO DE LA NOCHE OSCURA
En las tinieblas densas de mis dudas y ansiedades, de mis egoísmos, de mis preocupaciones y de mi dolor, me acerco a Ti, Cristo de la Noche Oscura.

Ca
da año te acompaño en tu lenta agonía del Vía Crucis Penitencial; acompáñame Tú cada día en mi trabajo, para que tu presencia colme mi vida de fe, de caridad y de amor al sacrificio.


AMEN.                                                                  

Madrid, 15 de abril de 2011